
¿Cómo? ¿Por qué a mí? ¿Qué estoy pagando? ¿Que más falta? ¿Qué te he hecho señor? ¿De verdad existes? ¿Quién de nosotros no ha hecho alguna vez estas preguntas? ¿Quién no ha sentido que su mundo se acaba? ¿Quién no ha maldecido al cielo y cuestionado que si Dios de verdad existe, porque nos deja sentir tanto dolor y sufrimiento? Yo si!!
La vida me llevaba nuevamente por caminos áridos y yo comenzaba a caminar descalza, los pedazos de cristal con que había logrado pegar nuevamente mi mundo, el destino acababa de tirarlos al suelo y aplastarlos como nosotros aplastamos con un zapato a las cucarachas, así me sentía, una cucaracha, una vil y asquerosa cucaracha que no sabe hacia donde escapar, hacia donde esconderse.
No podía creer que la vida se ensañara tanto con una sola persona, no podía creer que existiera tanto dolor, no podía y no quería creerlo.
Es curioso mirar y darse cuenta como de un abrir y cerrar de ojos, la vida cambia, en un instante estas, en el siguiente, ya no existes.
La relación con Andrés, la deje en segundo plano, no tenia cabeza para nada que no fuera mi mamá, vivía mi vida en el botón “automático”, comer, dormir, trabajar, comer, dormir, trabajar, ese era el proceso que el “botón” realizaba. No me interesaba nada, todo lo mande al caño.
No atendía el teléfono, no asistía a clases y si llegaba a asistir, mi cuerpo iba pero mi mente no.
Mamá nuevamente comenzó con tratamientos de quimioterapia, algunas veces se quedaba hospitalizada por que los medicamentos eran muy fuertes y algunas otras, tan solo le daban alguna pastilla para las nauseas y vómitos y la mandaban a casa.
Con el tiempo, mamá fue perdiendo el cabello y con eso, también fue perdiendo la alegría y vitalidad que había recuperado, ya no salía, ahora sus amistades venían a visitarla y por obvias razones yo me encontraba a Andy (como de cariño le decía a Andrés) muy seguido en casa.
Hubo ocasiones en las que Andrés subía al sanitario y yo estaba a punto de bajar, nos cruzábamos en las escaleras y sin decir más ni percatarnos si alguien nos miraba, nos abrazábamos y nos besábamos intensamente, mezcla de pasión y rencor comprimidos me impulsaban a actuar así. El siempre estaba para mi, en algún mensaje que me escribía, en alguna caricia, como diría Luis Miguel “por debajo de la mesa”, en alguna señal que me hacia saber que me quería y que no me dejaría sola. A veces se presentaba a escondidas en mi trabajo y mandaba a un niño, para que me buscara y me diera alguna nota de amor, otras veces se hacia pasar como cliente y me dejaba con alguna compañera una rosa, en fin. Tenia sin fin de detalles que me enamoraban más de el.
Una tarde, me fue a buscar al trabajo, yo no quería hablar con el, no tenia ánimos, era una lucha de sentimientos que no me dejaban amarlo libremente, a mi espalda ya le pesaba, venir cargando con las culpas del engaño y ahora se le aumentaba la loza del dolor de mi madre. Pero fue tanta su insistencia que no pude negarme, caminando por una calle que no es muy transitada, nos detuvimos, y ganándole a las palabras, llegaron los besos.
De pronto a lo lejos, alguien grito su nombre. Nos acababa de ver un conocido!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario